José Zorrilla
La vida de José Zorrilla Moral muestra un indudable parecido con su famoso Don Juan Tenorio; Zorrilla era enamoradizo, viajó mucho llevando una existencia cosmopolita, y, lo más importante, la severidad de un padre intransigente que le aborrecía, absolutista, carlista y superintendente de policía, nos lleva a establecer paralelismos con el famoso comendador de su obra, y también con el mismo padre de Don Juan que le maldice y deshereda.
Nuestro poeta y dramaturgo, nació el 21 de febrero de 1817 en Valladolid, siendo sus progenitores don José Zorrilla y su desgraciada esposa, otra víctima del pater famili, doña Nicomedes Moral –curioso nombre de pila para una mujer-.
En ese ambiente ingratamente familiar, el joven Zorrilla inició sus estudios, no muy brillantes que digamos, primero en el Seminario de Nobles madrileño y posteriormente en la Universidad de Toledo, en donde comenzó derecho que más tarde dejaría prefiriendo el periodismo. Creo un periódico que clausuraría el gobierno, y se empezó a hacer famoso al leer su elegía: A la memoria del joven literato Mariano José de Larra, en su entierro. Por cierto, que a esas alturas ya había huido de la casa paterna y estaba viviendo una existencia bastante precaria en lo económico.
Tres años más tarde casaría con Florentina O’Reilly, viuda mucho mayor que él y madre de un hijo, pero no lo hizo por dinero como, por otra parte, tanto se estilaba en su época; posiblemente buscaba en ella más bien una figura materna con carácter. El matrimonio no funcionó, lo cual era de esperar, ya que el hijastro no le quería, ni su padre, el temible don José, aceptaba aquel matrimonio, tampoco su madre, por otra parte.
En 1845 se fue a Francia, en donde estudiaría un curso de medicina, conociendo allí a lo más florido del mundillo intelectual de la época, amistades que le produjeron una gran satisfacción, aunque la muerte de su madre viniera a enturbiar aquella estancia, llenándole de tristeza.
Al año siguiente regresa a Madrid en donde comienza a recibir los reconocimientos a su talento con sucesivos honores que culminarán más tarde con su nombramiento como miembro en la junta del Teatro Español y como académico de la Real.
En 1849 fallece su padre, lógicamente sin perdonarle –como el de Don Juan Tenorio-, por el hecho de que se casara sin su aquiescencia y aquella intempestiva escapada suya a Madrid, dejándole por herencia muchas deudas, y creando en Zorrilla un gran complejo de culpabilidad.
En 1851 vuelve a París, otra vez alejándose de su esposa, y más tarde a Londres, en donde lo pasa románticamente mal como era de precepto.
Pero en esta nueva fuga, hay dos cosas positivas: en París conoce a una mujer llamada Leila y se enamora de ella total y rendidamente, y en Londres se hace con las ayudas de un relojero de apellido Losada, de gran celebridad y reputación en su tiempo.
Ahora bien, el gran viaje de su vida, por distancia y residencia, fue a México en conde estuvo desde 1854 hasta 1866, con el intervalo de un año en Cuba.
Su estancia en México, no obstante, se vio ensombrecida por la miseria y las privaciones que le acompañarían invariablemente a lo largo de toda su existencia –la anécdota más cruel es que su Don Juan Tenorio fue vendido por cuatro cuartos, renunciando su autor en el futuro, a cualquier derecho económico sobre la obra-.
Al margen de los sucesos políticos que convulsionaron México en aquella época, la venida del emperador Maximiliano, dulcifica su existencia ya que se convierte en poeta áulico y recibe el nombramiento de director del Teatro Nacional.
Zorrilla retorna a España en 1866, al saber la muerte de su esposa. Tales hechos suceden en 1866, y de nuevo contraerá matrimonio en 1869, esta vez con Juana Pacheco.
Continúan las penalidades económicas, escasamente aliviadas por una comisión gubernamental en Roma a la que seguiría una pensión del estado español.
Se le reconocía un gran talento, pero se le consideraba ya pasado de moda, lo que no contribuyó a facilitar su existencia. Sin embargo se hizo célebre con sus recitales públicos, y como persona fue apreciado por su carácter agradable y bondadoso.
En los últimos años de su vida recibió honores tales como el ser nombrado Hijo de Valladolid y Poeta Nacional.
Su fallecimiento tuvo lugar en Madrid, el 23 de enero de 1893, a consecuencia de una operación realizada para extraerle del cerebro un tumor.
Ni que decir tiene que fue una muerte llorada y una sentida manifestación de duelo público; aunque escribió muchas obras de teatro, poemas e incluso cuentos, su fama permanece vigente por esa obra inmortal que todos conocemos y que en España cada año durante el mes noviembre, vuelve a los escenarios en la Fiesta de los Fieles Difuntos: Don Juan Tenorio.
© 2004 Estrella Cardona Gamio